martes, 25 de enero de 2011
miércoles, 12 de enero de 2011
martes, 11 de enero de 2011
Comprar, tirar, comprar
¿Cuántas veces has pensado que los móviles cada vez duran menos? ¿No te planteás cómo es posible que la batería de tu cámara de fotos se haya estropeado y no exista manera humana de encontrar otra en el mercado, si sólo hace un año que la compraste? Alguien se está forrando de guita a nuestra costa y Cosima Dannoritzer te lo cuenta todo en el documental que dirigió: ‘Comprar, tirar, comprar’, que te muestro a continuación.
Chips que se instalan en productos electrónicos para limitar su uso, baterías programadas para una duración límite de un año, medias que se estropean a los cinco lavados… ¿No te planteaste por qué las cosas ya no se hacen como antes? El problema es que existe una práctica empresarial conocida como obsolescencia programada, que consiste en la reducción deliberada de la vida útil de los productos para incrementar su consumo. En el documental ‘Comprar, tirar, comprar’ que les dejo a continuación se hace un recorrido por la historia de la muerte programada de los bienes de consumo, impulsada por las empresas para incentivar las compras.
La práctica de la obsolescencia programada comenzó a realizarse en los años veinte cuando las principales fábricas de bombillas pactaron en secreto que la vida útil de sus productos debería reducirse de 2.500 a 1.000 horas para multiplicar sus ventas. Según lo afirma Cosima Dannoritzer, directora del documental: “esta práctica empresarial se ha convertido en la base de la economía moderna, a pesar de las terribles consecuencias medioambientales de un sistema que genera toneladas de residuos inútilmente“.
A continuación los dejo con el documental, cuya duración es de aproximadamente 52 minutos. Espero les agrade
Nota editorial: No sólo se ha de tener en cuenta hoy día la obsolescencia programada, si no que muchas veces se planea para que ésta beneficie a otras industrias.Yo la llamaría obsolescencia interdependiente.
Es el caso por ejemplo de las "bombillas de bajo consumo", las cuales aparte de durar igual o menos que las anteriores, para no bajar la producción y que se reduzca su consumo (irónico, ¿verdad?), se hacen con materiales altamente tóxicos que benefician a la largo plazo a la industria médico-farmaceútica.
Sí es cierto que consumen menos energía eléctrica (probablemente a causa del problema energético), pero no cambia ni la dinámica ni el paradigma (¿está convencida la gente de que no ahorraríamos más energía si tratáramos de alargar la vida útil de las bombillas hasta el infinito y más allá?). Salir de los tentáculos de las corporaciones es más difícil de lo que parece y plantea enormes dilemas. Se necesitan soluciones globales para problemas globales. Por supuesto salir del círculo vicioso de la sociedad de consumo será uno de los mayores retos si la humanidad no quiere verse estampada contra un muro tarde o temprano.