jueves, 7 de mayo de 2009

La versión oficial del Sida se basa en un fraude científico.

Hace poco vi este excepcional artículo en DiscoverySalud.
LA VERSIÓN OFICIAL DEL SIDA SE BASA EN UN FRAUDE CIENTÍFICO DEL
DR. ROBERT GALLO

Hace 25 años la Ministra de Sanidad estadounidense afirmó: “El Dr. Gallo ha aislado un virus que es la probable causa del Sida”. En los días siguientes la palabra “probable” desapareció. Había nacido el VIH/SIDA. Pocos después Science publicaba cuatro textos que Gallo les envió en marzo de 1984 y que son mundialmente considerados “los artículos de referencia que demuestran que Gallo aisló el virus causante del SIDA”. Pues bien, publicamos tres documentos que demuestran que Gallo mintió. Uno revela cómo manipuló el borrador escrito por su jefe de laboratorio, otro que no había virus en sus cultivos celulares y el tercero que no es cierto que hubiera encontrado un virus nuevo.

¿En qué se basa la versión oficial de que el SIDA -acrónimo de Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida- es una enfermedad provocada por un retrovirus bautizado como Virus de la Inmunodeficiencia Humana o VIH? Porque cuando a las autoridades sanitarias, académicas, hospitalarias y médicas -especialistas en SIDA incluidos- de cualquier lugar del mundo se les pide formalmente que faciliten los artículos científicos de referencia que lo demuestran la respuesta suele ser ¡el silencio! ¿No se lo puede creer? Pues haga la prueba y solicítelos. Y ya le adelantamos que en los raros casos en que alguien responde lo hace remitiendo al consultante a que lea el artículo que el médico estadounidense Robert Gallo publicó en la revista Science el 4 de mayo de 1984 así como los tres complementarios que adjuntó. Lo que hace que saber cómo se gestaron esos textos sea de sumo interés porque con ellos nació la actual ficción VIH/SIDA. El primero fue un artículo que ocupó tres páginas y apareció ilustrado con apenas dos fotos. ¿Y cómo se forjó ese texto y de dónde se obtuvieron las fotos? Veámoslo porque la verdad no se ha sabido hasta hace apenas un año pero explica por qué Gallo no fue premiado con el Nobel de Medicina del 2008 junto a Luc Montagnier a pesar de que durante años se le consideró codescubridor del VIH.
Empezaremos diciendo que quienes han investigado con rigor e independencia el tema del SIDA llegaron ya a mediados de los años ochenta del pasado siglo XX a la conclusión de que no hay prueba científica alguna que avale la afirmación de que el VIH causa el SIDA. La diferencia es que algunos piensan que el VIH sí existe pero es inofensivo y otros que ni siquiera existe. En cualquier caso para quienes están tanto en una como en otra posición lo que sí está claro es que la versión oficial es falsa. Comparten asimismo la convicción de que los antirretrovirales utilizados en los hospitales no sólo son inútiles e innecesarios sino además tóxicos.
Y es que el 30 de junio del 2008 se constató que la tesis oficial de que el VIH es la causa del SIDA se basa en un fraude científico perpetrado por el Dr. Robert Gallo. Porque ese fue el día en el que apareció en Bristol (Reino Unido) el libro de la veterana periodista Janine Roberts titulado Miedo a lo invisible. Cuán temerosos debemos estar de virus y vacunas, de VIH y SIDA en el que por primera vez se hizo pública la documentación que demuestra la vergonzosa actuación de Robert Gallo. Veamos pues de forma cronológica y resumida qué se reveló en él:
Finales de ebrero de 1984.
El Dr. Mikulas Popovic, jefe del laboratorio del Dr. Gallo, empieza los ensayos que llevarían –al menos eso se alegaría- a constatar que el SIDA lo causa un virus desconocido hasta ese momento que se consigue identificar y aislar mientras el Dr. Gallo, de gira por Europa, da varias conferencias -incluida una en el Instituto Pasteur de París- en las que anuncia que están a punto de saber qué virus de la familia HTLV es la causa del SIDA. Tan seguro estaba -a pesar de que Popovic aún continuaba con la investigación y no lo había logrado en realidad- que antes de viajar había llegado a un acuerdo con la dirección de Science para concederle la exclusiva de “una importantísima primicia mundial que revolucionará el SIDA”.
Marzo de 1984.
Hacia el día 19 el Dr. Popovic redacta el borrador del artículo central que Gallo había prometido a Science y se lo deja para que cuando éste regrese de su gira europea lo lea marchándose luego a esquiar. Y, en efecto, Gallo lo encuentra pero pronto comprueba que se trata de algo que no cumple en absoluto las expectativas del sensacional hallazgo que estaba anunciando. Así que su reacción fue adaptar la realidad a sus deseos ¡cambiando descaradamente el contenido! Tachando simplemente lo que no concordaba con lo anunciado y llenando de correcciones -de su propio puño y letra- las diez páginas que le habían dejado. Es más, añadiría cinco folios. Y posteriormente introduciría otros cambios hasta que finalmente lo enviaría el día 30 a Science. Apuntando el texto, obviamente, en la dirección que había divulgado..
Abril de 1984.
Día 19. Science acepta los artículos remitidos por Gallo.
Día 22. El New York Times publica ¡en primera página! un artículo del influyente Dr. Lawrence K. Altman en el que se dice que el Dr. James O. Mason -director de los poderosos Centros de Control de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos- considera que “el virus descubierto en Francia es la causa del SIDA”. Los responsables de los CDC tomaban así una posición contraria a la tesis de que la causa del SIDA es el nuevo virus que Gallo dice haber descubierto.
Día 23: Apenas 24 horas después la entonces Ministra de Sanidad estadounidense Margaret Heckler anunciaría a bombo y platillo en rueda de prensa “un nuevo éxito de la ciencia americana: el Dr. Gallo –afirma- ha aislado un virus que es la probable causa del Sida’”. Tal “contraataque” lo organizarían los igualmente poderosos Institutos Nacionales de Salud (NIH), uno de los cuales es el Instituto Nacional del Cáncer en el que, pura casualidad, trabajaba Gallo. Con tal apoyo institucional el virus americano tomaba la delantera mediática y política al virus francés. Sólo que a partir de entonces dejó de hablarse del virus como “probable causa” y aunque nadie había demostrado en realidad que un virus fuera lo que originaba el SIDA todo el mundo lo dio por hecho. Había nacido la “verdad política y social” de la relación VIH/SIDA.
Mayo de 1984.
Science
publica el día 4 los artículos finalmente enviados por Gallo… apenas 35 días después de recibirlos. Algo insólito. Y es que aunque sólo habían transcurrido once días desde la conferencia de prensa dada por la ministra de Sanidad norteamericana los textos fueron ya leídos con las “gafas VIH/SIDA”. Con lo que la “verdad político-social” se convirtió en “verdad científico-médica”.

EL DOCUMENTO POPOVIC
Como ya adelantamos Gallo manipuló el texto escrito por Mikulas Popovic. Manipulaciones que hoy se conocen. Así, tachó con descaro la frase “A pesar de los intensos esfuerzos de investigación efectuados el agente causante del SIDA aún no ha sido identificado” (página. 4). Inconcebible. Porque el borrador donde se hacía esa rotunda afirmación, una vez manipulado, fue el que Gallo presentaría como “prueba científica” de que él y su equipo habían culminado sus ensayos con “la identificación del agente causal del SIDA” De hecho tuvo la desfachatez de sustituir sin más esa frase en el artículo que publicó en Science por la de “Nuestros hallazgos sugieren que un retrovirus de la familia HTLV puede ser el agente etiológico del SIDA”. Y luego, para apoyar su afirmación, mencionaría “nueve hallazgos” -con sus respectivas referencias- que no tenían nada que ver con los experimentos que había hecho Popovic.
Es más, Gallo tachó en diagonal el Abstract (Resumen) hecho por Popovic y escribió debajo: “Este resumen es demasiado trivial para un posible artículo innovador en Science”.
Hasta cambió el título. El de Popovic era Obtención y producción continua de retrovirus linfotrópico de células T humanas (VLTH-III) de pacientes con SIDA. El que saldría en Science fue el de Detección, aislamiento y producción continua de retrovirus citopáticos (VLTH-III) de pacientes con SIDA y pre-SIDA.
Y eso a pesar de que en el borrador del Dr. Popovic no se hacía referencia en ningún momento a que sus investigaciones tuviesen como objetivo “aislar un nuevo virus” ni que se buscase demostrar ‘citopaticidad’ alguna. Y aún menos, por tanto, podía haber tenido en mente buscar “el virus que probablemente causa el SIDA”. Entre otras razones porque eso exige haber aislado antes el presunto virus responsable y demostrar que mata las células T4 (que es lo que oficialmente se atribuye al VIH). Lo que nunca se hizo.
Para mayor sorpresa, tampoco el artículo finalmente publicado en Science aborda ni el aislamiento ni la citopaticidad de un supuesto ‘nuevo virus HTLV-III’ ¡aunque lo proclamaba en el título! Es más, los añadidos a mano del Dr. Gallo tampoco lo pretendieron. En realidad se limitaron a expresiones generales y vagas del tipo “Sugerimos que (la causa del SIDA) puede ser…” o “Esta hipótesis se basa en…”.
De hecho la conclusión de los experimentos de Popovic fue efectivamente tan trivial que éste ni siquiera llegó a redactarla. Y el Dr. Gallo sólo se atrevería a escribir frases como “se ha abierto el camino para detectar,” “proporciona una primera oportunidad de realizar un análisis detallado” o “este sistema abre el camino hacia la detección rutinaria y rápida del HTLV-III y variantes citopáticas de HTLV asociadas’. En suma, meras posibilidades.

El DOCUMENTO GONDA
En cuanto a las fotos el Dr. Gallo hizo enviar al Laboratorio de Microscopía Electrónica muestras de sus cultivos celulares –los que presuntamente contenían el virus HTLV-III- para que se obtuviesen las correspondientes imágenes a fin de ilustrar los artículos de Science. Pues bien, el Dr. Matthew A. Gonda –director del laboratorio- respondería el 26 de marzo de 1984 a esa iniciativa con una carta de diez líneas que decían: “El Dr. Gallo deseaba estos micrógrafos para publicar porque contenían partículas HTLV. (…) Y me gustaría puntualizar que las ‘partículas’ (…) son desechos de una célula degenerada. No se han observado en parte alguna del precipitado partículas libres entre las células ni ‘partículas semejantes-a-virus’ extracelulares. Las pequeñas vesículas extracelulares (…) son por lo menos un 50% más pequeñas que las partículas maduras de HTLV vistas de tipo I, II o III. Insisto: estas vesículas pueden ser encontradas en cualquier precipitado celular” Y por si alguien dudara Gonda concluye agregando de forma rotunda: ‘No creo que ninguna de las partículas fotografiadas sea de HTLV I, II o III’.
¿Y qué decidió ante tan desazonadora respuesta el Dr. Gallo? Hacer caso omiso y adjuntar el 30 de marzo al artículo manipulado algunas de las fotos (a pesar de que según Gonda no constataban la existencia de virus alguno) como lo demuestra que en la nota 17 del segundo artículo publicado en Science se le agradece expresamente a éste las fotos publicadas.

El DOCUMENTO MINOWADA
Cabe añadir que el 29 de marzo de 1984 -el día anterior a que remitiera sus artículos a Science- Gallo envió una carta muy reveladora al Dr. Jun Minowada -de la Universidad de Loyola en Illinois (EEUU)- en cuya parte final decía: “No me sorprende que no haya encontrado usted expresión de la proteína p19 en células frescas de pacientes de SIDA. Es extremadamente infrecuente encontrar células frescas que expresen el virus (…) Para inducir el virus parece ser necesario el cultivo de células. Lo que probablemente se debe a que así se eliminan los factores inhibidores presentes en el paciente”.
En otras palabras, el Dr. Gallo reconoce abiertamente en esa carta que el VIH –e insistimos en que en realidad habla de un virus hipotético que nunca aisló- solo se puede expresar ¡in vitro, en cultivos celulares! pero no en un ser vivo porque las defensas del organismo lo impedirían al eliminarlo. Además que no había encontrado virus alguno al que responsabilizar del SIDA lo demuestra la última frase de la carta: “Por último, ahora sabemos que hay muchas variantes de HTLV-I. Y creemos que la causa del SIDA es una variante mucho más citopática”. En suma, todo apunta a que aún estaban buscando algún virus. A pesar de lo cual al día siguiente enviaba sus cuatro artículos a Science diciendo que ya lo había descubierto.

TRES DOCUMENTOS DEMOLEDORES
Es evidente que los tres documentos mencionados –y seguro que hay más por lo que luego explicaremos- demuestran de manera irrefutable que el Dr. Gallo manipuló y tergiversó de forma consciente e intencionada tanto el contenido real de sus investigaciones como los resultados. Se trata pues de documentos de importancia capital y alcance mundial. ¿Y cómo han sido obtenidos?
La verdad es que los experimentos del Dr. Gallo y su equipo -desde la invención del SIDA en 1981 hasta la invención del VIH/SIDA en 1984- fueron sometidos a una muy intensa inspección. Nada menos que por cuatro comisiones de investigación establecidas al máximo nivel estadounidense. Vigilancia que se decidió hacer tras la publicación del llamado Informe Crewdson que con una extensión de 50.000 palabras fue publicado el 19 de noviembre de 1989 en 16 páginas del periódico Chicago Tribune con el título The Great AIDS Quest (La gran búsqueda del SIDA). Escrito por el periodista John Crewdson -Premio Pulitzer en 1981- tras veinte meses de investigación éste llegó a la conclusión de que “la historia que emerge es menos heroica de lo que se suele presentar pero no menos espectacular: datos falseados y experimentos secretos, virus fantasmas y genes desaparecidos, resultados irreproducibles y notas de laboratorio embrolladas, cultivos sin etiquetar y fotografías manipuladas. (...) Es la historia de un científico influyente e intimidador que persiguió un virus erróneo durante más de un año para luego invertir la situación y emerger con un hermano virtual genéticamente gemelo del virus que había sido realmente descubierto por sus rivales de París y que le habían entregado meses atrás. Lo que ocurrió en el laboratorio de Robert Gallo durante el invierno del 83 al 84 es un misterio que quizás no será nunca definitivamente aclarado pero la evidencia es abrumadora: o fue un error o un robo”.
Contundente y demoledor. Lo que a Crewdson se le escapó sin embargo –o no quiso ver- es que tampoco en París se había sido aislado ningún virus. Que el Dr. Gallo utilizase -sin reconocerlo- los cultivos celulares del Dr. Montagnier no significa que le robase virus alguno sino simplemente que pudo reproducir los mismos fenómenos biológicos -en particular, la transcripción inversa, es decir, la conversión de ARN a ADN- y que los utilizó asimismo como indicadores indirectos de la presencia de un supuesto retrovirus. Y añadiremos, por si aun tiene alguna duda de que Gallo utilizó las muestras enviadas por Montagnier, que el propio Dr. Popovic lo reconoció por dos veces en su borrador. Frases que Gallo tacharía anotando al lado respectivamente: “No termino de creérmelo. Eres absolutamente increíble” y “Mika, estás LOCO” (así, en mayúsculas).
Es por cierto ilustrativo de cómo es y actúa el Dr. Gallo saber la actitud que tuvo ante Crewdson: sólo le contestó una vez -por teléfono- a algunas preguntas y no aceptó entrevista personal alguna. Entre otros intentos -y a petición del abogado del Dr. Gallo- el Chicago Tribune le envió el 19 de diciembre de 1988 una lista con 188 preguntas. No hubo respuesta. El 28 de julio de 1989 se le envió otra lista de preguntas. Tampoco hubo respuesta. En octubre de 1989 volvió a remitírsele otra carta indicando en ella que la ausencia de respuesta sería considerada una negativa a conceder entrevista alguna. De nuevo silencio. Y agregaremos que la actitud saboteadora de Gallo incluyó a su entorno pues también se negaron a conceder entrevistas sus colaboradores, entre ellos el Dr. Popovic.
Bueno, pues fue a raíz de la publicación de ese reportaje/informe cuando entre 1990 y 1994 se pusieron en marcha varias investigaciones oficiales sobre Gallo que terminarían dando lugar a cuatro informes de instituciones oficiales estadounidenses del máximo nivel. Una de ellas llevada a cabo ¡por el propio servicio secreto encargado de la seguridad del Presidente de Estados Unidos! que encontró suficientes evidencias de fraude como para remitir la investigación al Fiscal General. Lo “singular” es que como había transcurrido demasiado tiempo desde la presunta comisión del delito Gallo no pudo ser procesado penalmente.
De forma breve diremos que tras rescatar y compilar más de 300 documentos relacionados con los ensayos efectuados en el laboratorio del Dr. Gallo las principales conclusiones a las que llegaron los investigadores fueron que había evidencias aplastantes de que las repetidas afirmaciones de Gallo de que había aislado el VIH eran falsas, que el experimento de febrero de 1984 fue tan defectuoso y cuestionable en tantos aspectos que poca o nula confianza se podía depositar en los hallazgos proclamados y que las instituciones gubernamentales, al decidir proteger a Gallo, defendieron durante años lo indefendible.
Tal fue la razón de que finalmente se ofreciera al Gobierno francés el reconocimiento público por parte de los NIH de que “el Instituto Pasteur había encontrado el VIH primero” a lo que se añadió el compromiso de pagar una compensación económica por los royalties de los llamados “tests del SIDA”. Obligándose de paso a Gallo a abandonar los NIH (tras lo cual la industria farmacéutica, siempre encantada de tener a sus órdenes personas con ética, le ofrecería de inmediato su propio centro privado de “investigación”).

ACTITUDES INCOMPRENSIBLES
Llegados a este punto suponemos que el lector se preguntará por qué los investigadores que investigaron el asunto no se dieron cuenta del fraude. Y una posible respuesta es que quizás lo único que de verdad les preocupaba era determinar la “paternidad” del supuesto virus responsable del SIDA. Aunque lo más sangrante es que ni la documentación de Gallo ni la de Montagnier demostraba la existencia de que hubiera un virus nuevo y menos aún que causaba el SIDA. Algo que antes o después saldrá a la luz. Como ha salido lo que hizo el Dr. Gallo –para su sorpresa- por la sencilla razón de que estaba convencido de que sus manipulaciones se habían quedado entre Mika Popovic y él, y de que la prueba de su falsificación había sido destruida. Lo que no ocurrió porque Popovic, muy preocupado al ver el alcance de los cambios introducidos por Gallo en su texto, decidió protegerse y enviar una copia de todo a su hermana que vivía en Austria. Que hizo bien lo demuestra que a poco de comenzar las investigaciones oficiales le pidió a ésta que se la devolviese. Y es que tras un interrogatorio Popovic recibió una grabación que contenía no sólo las respuestas que dio a las preguntas que le habían sido formuladas por los investigadores sino ¡los comentarios que tras su marcha éstos hicieron! Algo que le alarmó profundamente ya que en ellos se indicaba claramente que iba ser acusado de mala práctica científica en lugar del Dr. Gallo. Con lo que a la mañana siguiente su abogado entregó el borrador manipulado a los investigadores que pronto verificaron que los cambios habían sido hechos efectivamente a mano por Gallo.
Bueno, pues debemos decir que a pesar de todo esto aún hay quien otorga credibilidad científica a Gallo. Sin embargo, ¿cuál ha sido en los últimos años su actitud? Hace ahora un lustro la versión on line del British Medical Journal alojó un debate entre quienes creen en la versión oficial del VIH/SIDA y los científicos que niegan esa relación. Un debate que se desarrolló entre el 28 de febrero del 2003 y el 17 de abril del 2005. Y en él, entre otros muchos asuntos, se abordó algo tan simple y fundamental como si el VIH ha sido alguna vez aislado. Pues bien, aunque el Dr. Gallo fue invitado reiteradamente a dar explicaciones y pruebas de ello se negó siempre en redondo. Como se negaría -de mala manera- a formar parte del panel de expertos que con presencia de defensores y detractores de la versión oficial se constituyó el año 2000 para debatir las dudas existentes por iniciativa del entonces presidente de Sudáfrica Thabo Mbeki (invitamos al lector a leer en nuestra web –www.dsalud.com- el amplio reportaje que esta revista publicó sobre ello en el nº 18 correspondiente a Julio del 2000 con el título ¿Comienza por fin el debate sobre el SIDA?).
Claro que quien esto escribe ha pedido personalmente dos veces al Dr. Gallo “las pruebas científicas que demuestran que realmente aisló el VIH”. La primera el 16 de abril de 1997 cuando entregué una propuesta escrita a La Caixa -que habíatraído a España al Dr. Gallo para impartir en sus instalaciones una conferencia titulada precisamente El descubrimiento de los retrovirus y del VIH- en la que proponía que se abriera tras la misma un debate sobre el tema con Gallo sin que se dignaran a responderme (aunque Gallo, informado, despachó la cuestión desde su mesa de conferenciante diciendo textualmente: “Algunos, para hacerse famosos, se colgarían de una avioneta fosforescente volando a gran altura”). La segunda fue durante la XII Conferencia Internacional de SIDA celebrada en Ginebra en 1998. En el transcurso de una rueda internacional de prensa en la que el Dr. Gallo era el invitado principal tomé el micrófono y le pregunté: “Dr. Gallo, ¿entregará Ud. a los huelguistas de hambre que están a las puertas del Congreso las pruebas científicas que piden de que usted aisló el VIH?” Su respuesta fue desplazar la silla hacia atrás, estirar las piernas hacia delante, cruzar los pies, ponerse las manos detrás de la nuca y farfullar en voz baja “Shut up!’ (¡Cierra el pico!). Y yo pregunto: ¿es ésa la respuesta que daría un científico que no tiene nada que ocultar? Bueno, pues su negativa no le pareció improcedente ni significativa a ninguno del centenar largo de autocalificados “periodistas especializados en VIH/SIDA” de medio mundo allí presentes.
Afortunadamente quienes sí saben de qué va esto han empezado a movilizarse. El 1 de diciembre del 2008 treinta y siete investigadores de 14 países dirigieron una carta al actual Editor Jefe de Science, Bruce Alberts, en la que apoyándose en los tres documentos aquí mencionados le piden que la revista retire formalmente los artículos de Gallo publicados en 1984 una vez demostrado que son un fraude. Una carta que concluye así: “Para la credibilidad de la investigación científica es vital que sean retirados los artículos que se demuestre que son defectuosos o están falsificados. Y como quiera que hoy existen documentos públicos que demuestran que los artículos de Gallo sacan conclusiones injustificadas su retirada de Science es muy importante para mantener la integridad científica. Los futuros investigadores deben también entender que no pueden basar sus declaraciones sobre VIH y SIDA en los artículos de 1984 de Gallo. Todos los autores de artículos que se basaron en esos cuatro textos deberían tener la oportunidad de reconsiderar sus propias conclusiones por si resultan debilitadas por estas revelaciones”.
Estamos a mediados de marzo del 2009 y aún no ha habido respuesta. Claro que ya en su número de 8 de enero de 1993 Science publicó un artículo titulado HHS: Gallo Guilty of Misconduct -es decir, Ministerio de Sanidad: Gallo culpable de mala práctica- cuyo subtítulo decía: El veredicto es que al ocultar el hecho de que su laboratorio puso el virus francés en una línea celular permanente Robert Gallo intentó engañar a la comunidad científica. Cierto. Luego, ¿por qué se ha seguido dando crédito a Gallo? Sencillamente porque detrás de todo esto hay algo muy grave a tapar que además ha generado un gigantesco negocio. Absolutamente fraudulento todo porque, ¿sabía que los experimentos que Gallo aseguró haber realizado en 1984 en su laboratorio no se han reproducido jamás? Este simple hecho los descalifica a nivel científico. Y los experimentos que indican algunos manuales de Virología para “producir, detectar y aislar el VIH” son un entretenimiento académico sin base virológica alguna porque tal cosa nunca se ha logrado realmente.

Y MONTAGNIER TAMPOCO HA AISLADO EL VIRUS
Mucha gente lo ignora pero a la mayoría de los expertos en SIDA que a Montagnier se le diera en el 2008 el Nobel de Medicina no les gustó nada. ¿Por qué? Pues porque le consideran casi ¡un disidente! Y no les falta razón. Lo es doblemente: tanto en lo que se refiere a la presunta causa del SIDA como en cuanto al tratamiento. A fin de cuentas ya en 1990 reconoció que en la aparición del SIDA tenía que haber “otros cofactores puesto que el VIH no puede por sí solo matar célula alguna. Hace falta –añadiría- que exista otro factor que actúe al mismo tiempo sobre la misma célula”. Reconocimiento que le llevó a buscar durante una década ese cofactor -o cofactores- en micoplasmas y otros microbios…¡sin encontrar ninguno! De ahí que llegase a la conclusión hace unos años de que tales cofactores no eran microbianos sino nutricionales y psicoemocionales: malos hábitos de vida, miedo, angustia, problemas psicológicos, etc. Es más, cuando en 1997 el periodista Djamel Tahi insistió en preguntarle sobre el aislamiento del llamado “virus del SIDA” Montagnier contestó: “Se lo repito: no purificamos”. Con lo que reconoció implícitamente no haber aislado nunca el presunto virus conocido como VIH.
Disiente asimismo Montagnier de los tratamientos que deben aplicarse a las personas catalogadas como enfermas de SIDA porque hace ya más de diez años comenzó a recomendar que los fármacos antirretrovirales se tomasen sólo unos pocos meses –sabedor de que son muy tóxicos- y empezó a poner el acento en ¡ingerir antioxidantes y llevar una vida sana! Y sigue pensando que es lo adecuado. Lo demuestra que en diciembre del 2007 acudió Madrid para visitar el laboratorio Catalysis para conocer de primera mano cómo obtenían sus potentes antioxidantes (el lector puede leer en nuestra web –www.dsalud.com- la entrevista que esta revista mantuvo con Luc Montagnier en ese laboratorio y que apareció en el nº 102 correspondiente a febrero del 2008 donde no tuvo reparo en decir textualmente: “El VIH sólo es un problema grave si el sistema inmune está deprimido”).
Posición que no modificó al recibir el Nobel porque cuatro días después de saber que se le había concedido contestó a la pregunta ¿Qué personas tienen más riesgo de desarrollar el SIDA? lo siguiente: El virus actúa en aquellos organismos que presentan ya una situación degradada por el consumo de drogas o por una vida complicada, con abuso de alcohol o escasa atención a la alimentación. Algunas personas sanas pueden ser infectadas por el virus durante un breve periodo pero pueden desembarazarse de él enseguida. La moraleja de todo esto es que hay que llevar una vida responsable y evitar otras infecciones’. (El País, 12 de octubre de 2008).

EL SIDA ES MÁS QUE UN SIMPLE NEGOCIO
Terminamos este texto recordando que poco después de la aparición del libro antes mencionado de Janine Roberts -Miedo a lo invisible- el veterano policía y detective californiano Clark Baker definió directamente el montaje SIDA como algo puramente delictivo. De hecho en el informe que presentó tras investigarlo y que tituló El huevo de Gallo afirmaría: “No se precisa de formación médica alguna para investigar conductas fraudulentas o criminales así como la financiación utilizada (…) No se requiere un cerebro de neurocirujano para ver que ningún científico ha demostrado nunca que el VIH: 1) existe; 2) ataca células; y, 3) causa el SIDA. (…) La clave de todo este enorme entramado se encuentra (…) en la declaración original misma del propio Dr. Gallo sobre el VIH. (…) Tras haber investigado miles de crímenes y haber arrestado a centenares de miembros de bandas criminales y otras gamas de depredadores reconozco un asunto criminal en cuanto lo huelo. El VIH/SIDA convierte la estafa de Enron en un juego de niños”.
Bueno, pues los “expertos” en SIDA siguen tratando a millones de personas con supuestos antirretrovirales para un virus que ni siquiera está demostrado que exista. Lo que sí está demostrado es que la relación VIH/SIDA se basó en un fraude científico.

Luis Botinas

Luis Botinas –cofundador hace años de Plural-21, Asociación para el cuidado de la vida en un planeta vivo y actual Presidente- acaba de terminar sobre este asunto un libro que se presentará probablemente en junio y que lleva por título El VIH/SIDA no existe. Preguntas para desmontar un invento “made in USA”.

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